LA VERDAD PREVALECE
LA
VERDAD PREVALECE
Lola
Benítez Molina
Málaga
(España)
Como
dice acertadamente el filósofo francés Claude Adrien Helvétius:
“La verdad es una antorcha que luce entre la niebla, sin
disiparla”.
El
que sucumbe ante la falsedad, sin importarle más que su propio ego,
caerá en las redes de la incertidumbre, que siempre es mala
consejera. La razón y la cordura deben predominar en aquellos que se
llaman a sí mismos trabajadores por la justicia y la libertad.
Palabras equivocadas, que caen viles ante la ignorancia, que crean
caminos polvorientos de confusión y oscuridad. La luz volverá a
brillar cuando la bondad impere. La impotencia no entra en el
vocabulario de esta gente.
El
paso del tiempo resplandece con la verdad. La infamia crea
noctámbulos desorientados entre pisadas confusas de sinrazón.
El
escritor americano John Steinbeck (1902-1968) supo reflejar con suma
veracidad, y de manera magistral, la realidad social de los Estados
Unidos durante la Gran Depresión. Por su notoria trayectoria obtuvo
el famoso Premio Pulitzer de Novela en 1940 y le fue otorgado el
Premio Nobel de Literatura en 1962. Entre sus obras cabe destacar “De
ratones y hombres”, “Las uvas de las iras”, “Al éste del
Edén”, “La perla”, entre otras.
Durante
la Segunda Guerra Mundial fue corresponsal de guerra en Europa para
“The New York Herald Tribune”. Considerado como uno de los
grandes de la corriente naturalista o del realismo social americano,
con un lenguaje directo y sin artificios, constituye, sin duda, uno
de aquellos hombres que pretenden que la verdad no se olvide y
constatan fehacientemente aquellas injusticias que viven y que
quisieran subsanar para que la historia que se construye, segundo a
segundo, no sea olvidada, como muchos pretenden, y otros se empeñan
en modificar a su antojo.
Otro
escritor contemporáneo es el húngaro Sándor Márai (1900-1989),
quien refleja, también, en sus novelas la época entre guerras que
le tocó vivir y analiza sabiamente los sentimientos y las relaciones
humanas de ideales humanistas. En su famosa novela “El último
encuentro”, en la que el protagonista quiere conocer dos preguntas
que se ha hecho a lo largo de su vida, profundiza en valores como la
amistad, el honor y la fidelidad. Los derroteros de su vida y de la
época lo llevaron, a finalizar la última etapa de su vida, a
Norteamérica, primero Nueva York y por último San Diego. La pérdida
de su esposa y de sus seres queridos, junto a las expectativas que se
le avecinaban, y ante el deterioro irrefrenable de su salud, decidió
quitarse la vida.
Para
concluir, añadir una frase de Jean Paul Sartre: “Como todos los
soñadores, confundí el desencanto con la verdad”.